El
cuarto día comenzó con una madrugada, el día que nos despertamos antes
durante todo el viaje, y es que con el ruido de las sirenas, y la luz
entrando en la habitación no se podía conciliar de nuevo el sueño. Eran
eso de las 7.30 de la mañana, y teníamos mucho tiempo por delante hasta
la hora en que habíamos quedado con Lucho y Pacho, a eso de las 10.30.
Mesa de nuestra habitación
Así que los tres nos fuimos de la habitación y entramos en la cafetería de un hotel cercano a nuestro ryokan, una Seattle’s Best Coffee. Allí averiguamos que tenían un ordenador con internet, al precio de 100 yen – 10 minutos, y también Wifi, ya que abundaban portátiles por las mesas. Así que Tonino estuvo un buen rato conectado mientras Chuck y yo desayunábamos en la terraza. Maldita la hora en que me pedí un frankfurt, no leí bien el letrero, ya que casi todo estaba en japonés, y este tenia chili, así que junto a la bebida que tenia, un Hot Chocoreto, pos ya veis que desayuno x_x.
Cuando
estuvimos los cinco preparados nos fuimos a Osaka, con asiento
reservado en un shinkansen Hikari, pero con el lió cogimos un tren
normal, que tampoco es que se portara mal en lo que a tiempo se refiere,
pero si en lo de comodidad, ya que estuvimos todo el viaje de pie.
Sobre el tiempo que tardo, nos dejo en unos veinte minutos en la
estación de Shin-Osaka. Aquí es donde cometimos un error, y es que
deberíamos haber cogido un tren que nos llevara la estación de Osaka,
donde esta la zona de Umeda, pero como no saque la guía, no me di cuenta
de ello. Por suerte cogimos la buena dirección, y aunque tuvimos que
caminar bastante y cruzar un largo puente sobre el río nos encontramos
en la zona de Kita Umeda.
Allí
mientras dábamos vueltas sin saber donde estábamos conseguimos ver el
Umeda Sky, al cual subimos a ver Osaka desde su mirador. Es una ciudad
enorme, no sabia como era realmente hasta ese momento, pero si Osaka era
así ya no me podía imaginar como debería ser de grande Tokyo. Las
vistas desde arriba eran impresionantes, desde allí vimos el Castillo,
muy pequeño entre tantos edificios. Como era la hora de comer decidimos
buscar un restaurante.
En
el interior del edificio hay cines, salas de recreativos, tiendas de
recuerdos, pero esto se agrupa en las tres primeras plantas, y las de
arriba del todo, las del centro son privadas.
Una
recomendación es que si visitáis el Umeda Sky Building tenéis que ir a
la planta de abajo del edificio, allí aparte de haber un rinconcito de
restaurantes muy majos, todo el entorno esta ambientado en el Japón
antiguo, esta bastante bien. Nosotros al final acabamos yendo a un
centro comercial cercano del edificio, donde en una planta toda era de
restaurantes. Al salir tras recuperar fuerzas, miramos la forma de
quedarnos más cerca de castillo, intentando llegar a ver algo de su
interior, así que tomamos el tren, mientras Lucho decidió ir caminando
desde allí.
Castillo de Osaka
En poco tiempo estuvimos en los alrededores, anduvimos hasta llegar a su entrada, donde cruzamos el foso, y ascendimos por las cuestas que tienen la fortificación, hasta llegar a su entrada. Por desgracia, el castillo ya estaba cerrado, pero su presencia desde fuera ya era suficiente. Mientras dábamos una vuelta por la zona viendo tiendas de recuerdos y otras cosas, nos acercamos a una caseta de donde venían ruidos. Allí había un grupo de chicos y chicas practicando judo y kendo. Había una extranjera en el grupo de judokas, la cual se notaba mucho pro la forma de actuar, ya que no dejaba de mirarnos, nada que ver con los japoneses, que hacían como si no estuviéramos allí. Al rato de estar allí paradas viendo empezaron a agruparse y después dio inicio como a una demostración o entrenamiento, la lucha cuerpo a cuerpo, con unos gritos que pegaban…
En
el camino de vuelta nos encontramos con Lucho que hasta ese momento no
había llegado a los alrededores del castillo, ya que por el camino había
encontrado un mandarake y se había parado a comprar, una autentica
casualidad el encontrarlo en una ciudad como Osaka, cuando nosotros ya
nos volvíamos.
Cuando
volvíamos a la estación, vimos cerca de una fuente un gran número de
chavales y chavalas agrupados, antes ya estaban pero se encontraban en
una fase calmada, y ahora algo alborotados. Se trataba de una despedida
que le daban a unos compañeros, a los cuales les hicieron el túnel para
que pasaran junto con sus maletas por en medio, una despedida curiosa.
Al irse ellos empezaron una fiesta, a lo que se arrimaron dos chavales a
invitarnos quedarnos, pero decidimos volver a Umeda.
Otra vez en la estación de Osaka fuimos en busca del mandarake donde había comprado Lucho, pero esta ya había cerrado así que volvimos a la parada de Shin-Osaka y de allí tomamos el shinkansen, y es aquí donde nos enteramos que el Nozomi no se puede utilizar con el pase de JPR que teníamos. Así que nos toco viajar en un Hikari.
Otra vez en la estación de Osaka fuimos en busca del mandarake donde había comprado Lucho, pero esta ya había cerrado así que volvimos a la parada de Shin-Osaka y de allí tomamos el shinkansen, y es aquí donde nos enteramos que el Nozomi no se puede utilizar con el pase de JPR que teníamos. Así que nos toco viajar en un Hikari.
Al llegar a Kyoto, vimos a Lucho sentando en un lugar cercano al ryokan, donde nos esperaba, ya que el había cogido el tren directo desde la estación de Osaka, sin ir hasta la estación de Shin-Osaka. Subimos a la habitación y estuvimos un rato perreando, y haciendo cosas, y después nos volvimos a juntar para ir a cenar, cuando de repente vimos algo ridículo. Tres motos con dos personas cada una, huyendo de tres coches de la policía, mientras estos hablaban por megafonía pidiéndoles que pararan, los motoristas se podían dar el lujo de ir haciendo zig-zag, y es que la velocidad a la que iban los policías era algo lamentable.
Al final fuimos a cenar al mismo sitio donde comieron el día anterior, un lugar de esos donde seleccionas la comida en una maquina, la cual sabes que plato es a través de una pegatina, y tras insertar el importe sacas el tiquet y luego lo llevas a la barra. Al acabar fuimos en dirección al ryokan, y en el camino vimos como una furgoneta se paraba justo al lado nuestro, iba a con dos chicas, y nosotros la pasamos de largo, pero luego nos quedamos quietos, unos decían que nos saludaban, otros que se reían, la cuestión es que tras unos diez minutos se fueron y nosotros al ryokan, nunca sabremos la verdad.
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